viernes, 14 de noviembre de 2014

DIENTES

Ir al dentista es toda una experiencia vital.

Lo primero que me llama la atención es que, a pesar de curarte y tratar partes del cuerpo como son la boca y los dientes; no son médicos como los otros. Normalmente, la consulta del dentista es una piso reconvertido; donde la cocina es la sala de espera, el salón es la consulta, la habitación de matrimonio es el quirófano (si se puede llamar así) y el baño... Bueno, el baño es una mezcla de baño y armario escobero... Además, suele estar ambientado con un hilo musical con cositas fresquitas y actuales: Julio Iglesias, Perales, Maria Dolores Pradera...

Cuando te toca, te invitan a pasar a una sala que en el centro tiene una silla sacada del atrezzo de Star Wars. Te sientas/tumbas y te das cuenta de que eso parece más un potro medieval de tortura: tiene cosas que cortan, cosas que pinchan, cosas que taladran... ¡y un lavabo pequeñito para escupir la sangre!

Cuando consigues evadirte del instrumental mortuorio, la auxiliar viene y te mete en la boca unos cilindros pequeños de algodón compactado y consigue que te parezcas a Quico, el amigo del "chavo del ocho". Y aquí empiezan las frases/mentiras del dentista:

"Si te duele, me avisas que paro". Vamos a ver, señor dentista, ¿cómo voy a avisarle de que me duele si tengo la boca como si estuviera mascando 200€ de chicle? Cómo mucho puedo balbucear un grito de socorro...

"Esto es la anestesia, no te va a doler". ¿Alguien conoce alguna persona que no le duela la anestesia del dentista? ¿Con qué hacen esa anestesia? Primero te la pinchan en la encía con una banderilla de torero y luego notas cómo te entra el liquido como si fuera ácido sulfúrico. Pero no te va a doler, ¿eh?

"Te he puesto dos anestesias... ¡No te puede doler!". Noooo... Si en realidad me estoy retorciendo y llorando porque me emociona el sonido del taladro...

"Ya estoy acabando". Si el dentista te dice esto, es que le queda un buen rato todavía.

Otra cosa distinta en los dentistas son las radiografías. Las hacen con un tubo que te lo pegan al careto y te piden que no te muevas. Entonces todo el mundo sale de la habitación corriendo y piensas "me van a disparar".

Ir al dentista duele, eso es un hecho... Pero sin duda, el dolor más intenso lo vas a sentir cuando acabes la consulta... ¡cuando te pasen la factura!

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